Viajar solo es lo mejor que te puede pasar en un principio.
Te das cuenta de que puede estar solo y conocerte a ti mismo.
Cuando se viaja solo, es como ser el protagonista de la película,
tú eres el principal y todo lo que ocurre en la historia o viaje, gira en torno
a ti. Los personajes que van apareciendo en las historias, son clave en la “narración”
y en el proceso del viaje, hacen que tu historia cambie de rumbo totalmente, le
dan esa magia a la película, son lo que te hace querer seguir viajando.
Más allá de conocer lugares nuevos, son las personas nuevas y
sus mundos lo novedoso. Al final nunca estás solo, llegas a la conclusión de
que un viaje es bueno solo si es compartido. El hecho de partir solo a un lugar
te predispone a ir en busca de algo, abierto a conocer gente, con el
entendimiento y percepción atenta a lo que pueda ir aconteciendo.
Así como una novela en que los personajes no son grandes héroes
ni hacen algo trascendente para la humanidad, el “protagonista” del viaje tanto
en su mundo interior como exterior, va viviendo un cambio: otros de lugares,
otras personas, otros paisajes y al
mismo tiempo, nuevas experiencias y vivencias, nuevas formas de entenderse y
entender a su entorno habitual, nuevas reflexiones.